miércoles, 9 de diciembre de 2009

El juego había dejado de ser juego y el afecto era insuficiente para arreglar los daños ya causados.


Había entendido que después de tanto caos, sólo me deparaba seguir cayendo en ese tunel que tenía como fin, el infierno. El dolor se había convertido en un placer que saceaba todas mis debilidades y las convertía en fortalezas. Mis abrazos se convirtieron en hielo masizo, mis besos en miel amarga y mis caricias en hojas secas y marchitas. Mis lágrimas eran la lluvia fría en el invierno y el desierto en el verano. Los recuerdos habían pasado a ser parte del olvido y hasta lo que sabía una parte de mí se había quedado en ellos. El amor me sonaba a sufrimiento y un corazón partido, a tal punto que parecía irreparable. No se acercaba ni por poco a sentirme viva.

No se acercaba a lo que todos dicen que se siente, a esas mariposas en el estómago y ese calido sentimiento de...sentir. Las palabras habían dejado de bastar para dar las tipicas explicaciones y hasta las acciones parecían vacías y sin sentido. Los miedos, no eran más que habitaciones oscuras en las que no tenía pudor de adentrarme.


Las alegrían habían dejado de ser, habían dejado de existir. Había olvidado lo que se sentía sentir, a lo que sabía el amor, el dolor de un cuchillo rozandote la piel, el dulce sabor de la comida, el cariño ajeno e incluso el mío. Había perdido el sentido del tiempo. Había perdido la brujula que me guiaba a la felicidad y había decidido arribar en un tren de clandestinidad. Todo parecía tan bizarro que todavía no entiendo como llegué a donde estoy. Incluso, nose donde estoy parada en este preciso momento. Nose si estoy viva o muerta. Nose si siento o no. Nose quien soy ni quien fui. Olvide todo. Olvide absolutamente todo lo que ya debería haber aprendido en esta vida. Olvide como se aprende a vivir...

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