miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tus brazos siempre encuentran su lugar en el espacio que se les ofrece entre mi cintura y mi espalda. Tu cabeza en mi cuello y la mía sobre tu hombro. Como si hubiésemos sido diseñados para encajar perfectamente en esa posición. Y poco a poco, voy sintiendo tu respiración en mi nuca, y sin poder evitarlo, se me pone la piel de gallina, mientras un sinfín de imágenes recorren mi mente en el lapso de dos segundos. [Cómo explicarte que tengo que hacer uso de hasta la última gota de mi autocontrol cada vez que te me acercas] Siento el sonido de tus palpitaciones, fusionarse con las mías, aunque nuestros corazones estén separados por huesos, músculos... sentimientos.
Y tu olor me va envolviendo y me va enloqueciendo. Obnubila todos mis sentidos, y me quedo en los instintos. Y mi razón se multiplica por cero y se anula todo concepto de raciocinio.
Porque cuando estoy así contigo se me hace imposible pensar.
Tus brazos me estrechan y cierro los ojos imitando tu acción. [Quisiera poder decirte tantas cosas en este momento... decírtelas, pero sin palabras. Mejor dicho; hacértelas entender (sentir)] Hasta que abro los ojos, me separo de ti, y vuelvo a la realidad. Pero aún no termina, porque siempre estás ahí. Y con cada tacto, con cada susurro, con cada mirada, hasta la última fibra de mi ser desea solo una cosa:
tenerte conmigo otra vez.

0 chimentos de amigos,:

Publicar un comentario